Greco siempre dibujaba, casi de forma compulsiva,
rabiosa, automatista. Dibujaba en cualquier
lugar y sobre cualquier soporte, incluso
mientras charlaba con alguien. Según
Lucio Muñoz: “La mayoría
de los dibujos los tenía siempre
junto al teléfono en una mesa, (…)
donde apuntaba cosas, apuntaba teléfonos
y a veces dibujaba; en uno de los que tengo
yo, él mismo me decía mirá
éste es el teléfono de no
sé quién”.
Era como si, sobre el papel, Greco dejara
escapar su ser, su impulso primero. En sus
dibujos están siempre presentas personajes
extraños, figuras, metamorfosis y
nunca falta la tinta negra. Junto a estas
representaciones aparece en palabras todo
lo que quería decir o escuchar en
ese instante.
Greco tenía, ante todo, los ojos
más grandes que hubiera, todo lo
veía y todo lo registraba. Debe ser
por eso que también tenía
que contarlo o sacarlo un poco fuera de
sí, y no podía ser de una
forma tranquila y ordenada.
Greco nos muestra en sus dibujos el mundo
en que vivía, lo que pasaba a su
alrededor, una crónica de la vida
misma.
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