En Roma, Greco conoce a través
de su amigo Lenti a Carmelo Bene, director
de teatro, quien por ese entonces dirigía
una sala independiente llamada “Teatro
Laboratorio”. En un encuentro comiendo
spaghettis, Greco y Carme, idean una experimental
pieza teatral llamada Cristo 63.
En el Gran Rollo Manifiesto Greco relata,
con detalle, cómo fueron los preparativos
y la presentación de este primer
Espectáculo de Arte Vivo- Dito:
“En un espectáculo Vivo-Dito,
por supuesto el público puede intervenir
cuando se le de la gana y contar una historia,
si es la suya mucho mejor. / Tratando
que no sean actores profesionales, ni
tampoco vocacionales. Carmelo Bene tomó
para Cristo 63 los que quisieron actuar,
menos actores. / … yo era de la
idea Vivo-Dito de hacerlo en medio de
la calle o dentro de un tranvía
o en el andén del subterráneo,
… con toda la aventura de lo real,
incorporando lo imprevisto. / Todas las
noches nos reuníamos para hablar
del espectáculo… pero siempre
hablábamos de otra cosa…
comíamos… Hacíamos
los carteles… Al final ya muertos
de cansancio nos íbamos a dormir.
Al irnos Carmelo nos gritaba “Porca
miseria!! Mañana vengan temprano
al teatro que tenemos que preparar el
texto!”... Pero al día siguiente
nos ocurría lo mismo del anterior.
/ Tenemos que escribir el texto! Lo que
no sabíamos es que el texto no
se debía escribir ni lo escribiríamos
nunca, nunca…”
El 4 de enero de 1963, estrenaron la obra.
La cosa es que salieron a escena, disfrazados
cada cual con lo que quiso y sobrepasados
por la situación, porque ninguno
hacía lo que el otro esperaba.
Se sucedieron insultos entre los actores,
entre los actores y el público,
entre público en general. Greco
ya por entonces se había desnudado
completamente se había atravesado
un clavo en el pie. Carmelo, que hacía
de Cristo, harto de que lo dejen morir
sin matarlo, él mismo fue solo
a la cruz y se clavó. Mientras
tanto, los que hacían de apóstoles,
borrachos, se comenzaron a tirar con comida.
Obviamente, el espectáculo no terminó
bien: La policía clausura el local.
Greco es preso con camisa de fuerza en
un hospital de monjas, de donde escapa
al otro día con ayuda de Carmelo.
No tiene otra opción que abandonar
Italia.
Algunos días después escribía
Greco a algunos de sus amigos: “…Podía
durar una hora como cinco... tres días
o diez minutos. La idea era abolir los
camerinos –pero sin pensarlo–
todo debía ocurrir allí.
Tratando de terminar también con
la posibilidad del público en relación
a nosotros, para terminar en una especie
de cama redonda en el escenario todo junto.
El auténtico Judas fue el público,
que no quiso subir.”